Hasta donde sabemos, sólo cinco hombres fueron capaces de alcanzar un nivel tan elevado de contemplación y reflexión, que pudieron asomarse y absorber de una sola mirada la verdad objetiva y absoluta, esa que para existir no necesita ni de esbirros pagados ni de fieles enceguecidos, tampoco de estrategas de la propaganda, solo existe y siempre lo hizo sin importarle si la ven o no. Ella no es vanidosa, más bien prefiere el anonimato. Pocos conocen esta historia, pero en algún momento entre el año 300 y el 557 existió Senén, de quien sabemos fue apodado “El Raro” gracias a que unas vasijas y papiros rescatados en distintas áreas de lo que fue el Imperio Sasánida cuentan su vida, no completa, pero de manera suficiente. El mote se lo ganó porque alcanzada la adolescencia dejó la casa familiar en Margiana y se internó en el desierto para contemplar en silencio todo lo que se le aparecía en el universo, sin distracciones mundanas y lejos de las lecciones de su padre. Se sabe que construyó una choza cerca del río Oxus y ahí vivió aislado por 30 años, ni mascotas tenía que lo acompañaran. Algunos escritos aseguran que jamás habló en esas tres décadas, lo cual es cuestionable, ya que esos mismos textos dicen que cada cierto tiempo se le vio en varios poblados mendigando alimento y agua, así que algunas palabras debió pronunciar.
Senén manifestó muy temprano su predilección por los cuerpos celestes. Para Mahshid, su madre, era un calvario amamantarlo primero y dormirlo después, porque la concentración de la guagua se desviaba siempre hacia la ventana de la habitación para mirar esas lámparas distantes que cuelgan del cielo durante las noches. Prefería mamar y dormir de día, así podía desvelarse y disfrutar a gusto de las estrellas y la luna. Muchas veces fingió dormir para que sus padres y hermanos lo dejaran tranquilo y se fueran a acostar y, cuando todos descansaban, en silencio abandonaba su lecho de paja para salir a la intemperie y mirar las constelaciones sentado en una piedra. En ese tiempo, el hábito de Senén no fue un problema para la familia. Lo que se volvió insoportable para su padre, Afrasiab, fue que persistió y con los años vio que tenía un hijo holgazán que esquivaba el trabajo para quedarse desde el atardecer hasta la madrugada mirando para arriba encorvado y con la boca abierta.
Cuando la economía familiar flaqueó Afrasiab tomó la decisión de apalear a Senén, ya era hora de que dejara esas niñerías y aportara al hogar ayudándolo en su oficio, él era un artesano de la plata con poco talento. El plan fue agarrarlo a palos al atardecer para que así durmiera de noche y al día siguiente despertara descansado. Lo llamó a su taller y el joven Senén no alcanzó ni a preguntar para qué lo necesitaba, de un puro palo en la cabeza cayó al suelo. Después Afrasiab se concentró en la espalda con unas tiras de cuero y, mientras le daba latigazos, le explicó a qué venía esa corrección de carácter. Tras varios minutos, viendo que Senén aún estaba consciente, le aplicó otro palo en la cabeza y con eso terminó el tormento, lo levantó en brazos y lo llevó a su lecho de paja. La idea de Afrasiab dio resultado, al día siguiente Senén despertó con energías y listo para iniciarse como ayudante de artesano platero.
El joven se convirtió en un hijo ejemplar, aplicado y laborioso, siempre dispuesto a colaborar en lo que se necesitara y sus padres con el tiempo olvidaron el mal hábito y la vergüenza pasó a ser orgullo. Pero los palos y latigazos no fueron suficientes para apagar la verdadera pasión de Senén, solo la escondió por un tiempo hasta que la economía del hogar repuntara. Cuando lo hizo, se marchó y nadie en la familia ni en el pueblo lo vio hasta 30 años después.
En el desierto Senén vivió como siempre quiso, durmiendo de día en su choza y en vigilia por las noches sobre la misma colina sin despegar los ojos del firmamento. No sabía por qué, pero la atracción del vacío era insoportable y se entregó sin resistencia a la contemplación total. Quizás en el universo descubriría lo que buscaba, aunque el espacio fuera interminable y su vida alcanzara para observar una parte tan pequeña, que apenas podría decirse que atisbó algo del universo. Cuando regresó a su pueblo convertido en profeta, relató que después de varios años comenzó a ver un orden en las estrellas que cambiaba según la temporada, pero que volvía a lo mismo una vez terminado el ciclo. Sintió como si de puro porfiados los patrones de la galaxia presionaran para revelarse y mostrarle los secretos que protegían.
Y así, gracias a su obstinación y a una concentración irreductible, Senén vislumbró las uniones invisibles que conectan a los astros, una red de luz que ataba todo lo que veía y que hacía bailar en una armonía infinita a los cuerpos sujetos a ella. Senén incluso pudo ver fenómenos que no se teorizaron ni detectaron hasta varias centurias después, como agujeros negros, concentraciones de gas, el nacimiento de una estrella enana y la muerte de un planeta de varios eones de edad, uno de los primeros en formarse tras el Big Bang. La imagen fue instantánea y entró en su cabeza como introducida con una jeringa. Fue una punzada dolorosa que lo obligó a cerrar los ojos y tirarse de guata colina abajo.
Estuvo desmayado mucho rato. Cuando recuperó la consciencia y pudo levantarse, vio la misma red, pero esta vez no en el cielo sino en la tierra. También en su mundo los seres y los fenómenos estaban unidos por esas cuerdas lumínicas, vio millones de cosas que eran una y justo en ese momento alcanzó la comprensión total, se inoculó en su mente con solo pestañear. Así a Senén se le reveló el todo y, en consecuencia, la verdad absoluta. Si alguien antes que él la había descubierto, no lo sabía, nunca escuchó algo semejante, ni siquiera de los sabios con los que conversaba de niño buscando respuestas para lo que existía sobre su cabeza. Sintió la necesidad de compartir la verdad con el mundo y al día siguiente regresó a su pueblo natal.
Senén empezó a predicar el conocimiento que adquirió en esos 30 años entre los suyos y en las aldeas donde mendigaba comida, la gran mayoría lo tomó por orate, así se ganó el mote de “El Raro”, pero a pesar de las burlas pudo hacerse de un grupo pequeño de mujeres y hombres que lo adoraban y varios practicaron la contemplación de las estrellas, claro que ninguno se retiró al desierto por tres décadas. Los más fanáticos divulgaron la palabra de Senén en sus familias y en cada pueblo que visitaban y, cuando crecieron en número, armaron brigadas que viajaron a las grandes ciudades para esparcir el nuevo conocimiento, convencidas de que, al poseer la verdad última, sería fácil persuadir a las masas.
Pero el alcance fue corto, porque la palabra de Senén entró en conflicto con la creencia oficial del imperio, el Zoroastrismo, o sea, eso de un todo es un disparate, existen solo dos fuerzas en conflicto y eso implica contraposición, no partes de una misma cosa, así se ordena la vida, así se ordenó siempre y así será hasta el fin de los días, el resto son embustes y por eso este profeta fue acusado de fulero y engatusador, de querer hacerles el cuento del tío a todos para provecho personal, algunos lo tildaron de lacayo de las tinieblas, lo que estaba en línea con la creencia oficial. El imperio ya tenía suficiente trabajo enfrentándose a reformistas de mayor peso como para aguantar a un menesteroso perturbado, así que las órdenes llegaron en seguida a las autoridades locales: sin que nadie lo sospechara y menos le avisara al pobre Senén, una turba enardecida lo atacó en su aldea, murió lapidado y luego fue sepultado en un hoyo en el desierto.
El segundo hombre al cual se le reveló la verdad absoluta nació siglos después y hace varios años descubrió la historia y las enseñanzas de Senén que sus discípulos escribieron para la posteridad en los papiros y vasijas. Este sujeto viajaba mucho, contaba con los recursos para hacerlo, y en uno de esos periplos llegó a un museo, o al menos así le decían, en una pequeña aldea iraní cerca de la frontera con Turkmenistán. Era una casa de barro y paja con paredes chuecas que exhibía chucherías para los turistas que buscaban los cuentos más extravagantes de Oriente Medio, y entre esas baratijas, este hombre se topó con los papiros y las vasijas.
Sintió una atracción extraña y un tanto malsana por esos artefactos pese a que no eran los objetos más valiosos de la exhibición, de hecho, eran los más feos y deteriorados. Le preguntó al guía de su grupo de dónde procedían y el funcionario le explicó quién fue Senén de manera breve y condimentando con hechos que nunca sucedieron para ensalzar la narración, siempre lo hacía con todas las historias, así se lo enseñaron en la agencia de turismo donde trabajaba. El hombre se sintió intrigado con este personaje que se enfrentó a un imperio con tal de defender su verdad y que fue capaz de morir con las botas puestas, o en realidad, con las sandalias en los pies. Fue tanto el impacto que tuvo en él que al regresar a su país consultó bibliotecas y se entrevistó con historiadores, incluso con expertos internacionales vía videoconferencia, hasta que dio con textos de análisis y otros que reproducían los escritos de los seguidores de Senén. En poco tiempo, la inquietud fue obsesión.
Si Senén pudo, él también, así que aprovechó que en el norte de su país existía un desierto con uno de los cielos más despejados del planeta y arrendó una cabaña solitaria, pero cercana a un pueblo. Pagó por adelantado, habló con su esposa e hijos y les dijo que estaría mucho tiempo fuera, que por favor comprendieran, cuando volviera les explicaría y entenderían todo, así sería más fácil porque regresaría con pruebas, pero dejó muy en claro que su exilio podría tomar años, que lo más sano era que no lo esperaran y siguieran con sus vidas. Les dejó tarjetas bancarias, traspasó propiedades y dineros a nombre de ellos, y con un morral con un poco de ropa, un celular y los textos del profeta, partió al destierro.
Generalmente, cuando el primero en recorrer un camino en busca de conocimiento después explica por dónde hay que transitar, es más fácil para quienes siguen llegar a la meta, y así fue con este hombre, a quien no le tomó 30 años llegar a la verdad absoluta, sino tres meses, todo un pupilo prodigio del gran Senén “El Raro”. Durante las noches contempló el firmamento sobre una loma, dejó lo mundano atrás, apagó el pensamiento, su concentración fue total porque no tenía distracciones, una vez a la semana pedía un delivery con comida y bebestibles al pueblo cercano, no necesitaba nada más, solo el silencio, el mismo que ayudó al iluminado a encontrar el sentido y las leyes de la existencia.
Y así este tipo también descubrió la gran red que conecta cada ser, planeta, fenómeno y energía del universo. En una milésima de segundo vio y comprendió todo, era tal cual lo describió Senén, pero con algunos matices, por ejemplo la red, no la vio tejida con rayos luminiscentes que formaban la completitud de lo que es singular y plural a la vez. En realidad no vio ninguna red, vio una bóveda enorme y sólida que contenía todo, ahí yacía la verdad absoluta, como tenía que ser, contundente e inamovible como el cemento.
El hombre, convencido de que había superado por lejos a Senén, abandonó el desierto, volvió con su familia y puso otra vez los bienes a su nombre, pero para él esto era el comienzo porque seguiría la senda del profeta y, a diferencia de él, tendría éxito. Dedicaría su vida a utilizar la comprensión máxima para salvar a su país de los males que lo consumían, era su obligación usar ese poder en beneficio de todos. Lo pensó una noche mirando los astros desde el balcón de su restorán favorito bajándose una botella de whiskey y decidió que la mejor alternativa para lograrlo era convertirse en candidato.
Tenía los contactos y el dinero para hacerlo, incluso pediría auspicios a quienes lo siguieran, así no tendría que gastar todo lo suyo. De a poco formó un equipo de cómplices y aliados, se hizo de un nombre y seguidores que con el tiempo lo adoraron porque comprendieron que tenía un intelecto superior y que lo usaría para acabar con quienes buscaban ponerle límites a la libertad. El ascenso del candidato fue vertiginoso tal como lo afirmaron los medios afines, un fenómeno imparable nunca visto, todos quedaron boquiabiertos con su alta moralidad y entrega, con su visión certera y vaticinios precisos.
A pocos les confió lo que vio en el desierto, solo a ciertos miembros de su familia y a los integrantes más cercanos de su equipo de estrategas. Pero no todo era miel sobre hojuelas, el gobierno era su adversario y sus agentes estaban infiltrados en todos lados, hasta conjuraban desde el extranjero gracias al apoyo de estados cómplices. Querían cercarlo y hasta ahora no lo habían logrado, pero se acercaban cada vez más según le dijo su think tank, aunque él ya lo sabía, el universo se lo dijo, pero aun así tuvo que contratar y pagarle al think tank, después de todo, fue creado e integrado por los suyos.
El gobierno complotaba ahora sin ninguna vergüenza con una nueva maquinación, una más descarada que las anteriores, por lo que fue necesario convocar a la comisión de emergencia para analizar la treta y definir los mecanismos para anularla. El candidato tenía la solución hace rato, de hecho, previó con mucha anticipación lo que sus enemigos tramarían, pero aun así debía tener asesores, es muy sospechoso un candidato con esa capacidad que enfrenta una elección sin un equipo experto, además, todos eran de su sector, no costaba nada contratarlos y hacer de ellos sus heraldos, como aquellos que intentaron esparcir sin éxito la palabra de Senén en las metrópolis del Imperio Sasánida. Todos debían traer ideas a la comisión, los que conocían el secreto del candidato llegaron con nada, ya sabían que él sabía.
El primero en tomar la palabra fue Manríquez. Estimados, es de todos conocido que el gobierno impuso su adoctrinamiento en los colegios, pero ahora llegó a las aulas universitarias, esta es la causa de la caída estrepitosa y del alto rechazo de nuestro candidato entre los jóvenes. No sea ridículo, Manríquez, la que interrumpió fue Fernández, ella conocía el secreto del candidato y era una de sus estrategas más cercanas, es imposible explicar una caída tan grande y en tan poco tiempo con ese argumento, el tipo de adoctrinamiento del cual habla requiere años para ser efectivo.
El candidato estaba en la cabecera de la mesa con las manos cruzadas sobre el estómago, sentado en una silla de respaldo alto, su cabeza apoyada a medio camino en el acolchado de terciopelo. Miraba a los asesores como si estuvieran jugando Trivia y él, el anfitrión, esperara paciente a que terminaran la discusión para decirles quién ganó, y por lo caldeado que estaba el ambiente dedujo que tendría que esperar un buen rato. Pero no le molestaba, desde su discernimiento le divertía escuchar los razonamientos y lógicas de los otros.
Fernández tiene razón, fue el turno de Riveros, para generar ese cambio de pensamiento se necesita mucho más tiempo, a no ser que se cuente con un método demasiado invasivo. Lo tienen, Riveros, interrumpió Ried, con Manríquez se los advertimos, ellos permitieron que entraran esos profesores extranjeros a nuestras universidades, sabíamos que eran agentes infiltrados, pero nos acusaron de xenófobos. Tiene sentido, apoyó Zañartu, ya me parecía raro tanta liviandad con los inmigrantes, todo es una operación política, y cerró su pequeña pero contundente intervención con un golpe de puño en la mesa. Además, vienen a embarazar a nuestras hijas para quedarse en el país, el que se sumó fue Escobar, mi hija tiene un profesor extranjero, con mi señora estamos de muerte.
Fernández miró al candidato buscando algún gesto que delatara lo que sabía o un movimiento de aprobación o rechazo a las ideas que se cruzaban en el debate, pero más que un líder parecía un invitado que asistió solo para saber cómo funciona el espectáculo político. El candidato advirtió la inquietud de Fernández, obvio que lo haría, y con una sola mirada hizo que la asesora bajara la cabeza avergonzada y le dedicara una reverencia que nadie captó.
Escobar tiene razón, dijo Lepe, en cualquier momento les ponen esas drogas de burundanga o como se llamen en los tragos a nuestras niñas. Nuestros adversarios cayeron muy bajo, opinó Oñate, cuando no pudieron detener el avance imparable de nuestro candidato, no se les ocurrió nada mejor que pedir ayuda a sus amigotes de gobiernos extranjeros, yo les dije, nuestra estrategia de desinformación debió ser mucho más agresiva. Oñate tiene razón, dijo Zañartu, esta situación justifica que usemos la mentira para revelar la verdad y detener de una vez por todas esta operación política, y golpeó la mesa. Con calma, colegas, Fernández trató de bajarle la temperatura a todos. Nada de calma, Fernández, dijo Leria, está en riesgo el país, debemos poner en acción a nuestra brigada de jóvenes del partido y a nuestros curas, hay que ser más agresivos en las redes y combatir el adoctrinamiento enseñando la verdad. Y tenemos que introducir otra idea fuerza en la discusión pública, propuso Klein, que les parece el extranjerismo.
La comisión llevaba una hora y media sesionando cuando al candidato le cambió la cara. Suficiente discusión, llegó el momento de revelar la verdadera naturaleza del complot y dar las directrices para eliminar la plaga que infestaba a la juventud. Levantó un brazo, todos callaron y lo miraron, quedaron expectantes con las mandíbulas inferiores colgando. Manríquez tiene razón, dijo, pero erró en el objetivo. En los rostros de los estrategas no se movía ni un tendón. El gobierno no busca quitarnos los votos del segmento juvenil, el adoctrinamiento va más allá, es un lavado de cerebro para formar milicias que salgan a las calles y amenacen a los poderes del estado a través del terrorismo.
Los asesores abrieron aún más las bocas, sobre todo Fernández y Zañartu, el más tranquilo era Manríquez, quizás estaba contento por haberle achuntado al diagnóstico, aunque haya sido de manera parcial, pero de todas formas temblaba ante la revelación del candidato, quien siguió explayándose. Dijo que los agentes infiltrados en las universidades contaban con un método de manipulación mental creado en época de la Guerra Fría en Corea del Norte con apoyo soviético y que resultó ser efectivo en distintos conflictos, incluso Estados Unidos lo adoptó y aplicó en muchas intervenciones en Latinoamérica, así quedó como herencia en varias dictaduras de la región. El candidato sabía que el país que apoyaba al gobierno lo utilizó internamente en una guerra civil.
Estos terroristas programados actuarán en nuestro nombre, dándole la excusa perfecta al presidente para sacar a los militares a la calle, el objetivo es un autogolpe que lo perpetúe en el poder. El candidato siguió explicando que el método de programación era efectivo porque la víctima no muestra signos de cambio en su conducta o personalidad, pero cuando lo desee, el manipulador puede gatillar el comportamiento inoculado a través de una palabra, imagen o sonido, incluso con una canción o un beso. Con estos autómatas generando el caos en el país, el gobierno reforzaba la lealtad de las fuerzas armadas al conseguirles un chivo expiatorio para actuar, dejándole toda la responsabilidad por la violencia a los civiles.
Esta operación política es mucho más profunda de lo que yo pensaba, dijo Zañartu golpeando la mesa cuando terminó la comisión de emergencia. El candidato le pidió a Fernández y a Zañartu que se quedaran. ¿Está seguro sobre esta conspiración?, preguntó Fernández. Pero claro que está seguro, interrumpió Zañartu enojado, recuerde cuántas conspiraciones descubrió, aunque nadie le creyera y lo acusaran de adalid de la posverdad. Tranquilo Zañartu, habló el candidato, Manríquez fue hábil pero su visión genera una deformación en la gran bóveda, pero me fue revelado lo que planean nuestros enemigos y eso encajó bien en el universo, todo quedó simétrico y armónico.
Los ojos de Zañartu brillaban mientras escuchaba al candidato, los de Fernández también, pero algo en ella mostraba inquietud, un gesto de preocupación esquivo que sin embargo estaba ahí. Cuando tenía esa sensación, siempre recordaba los aciertos anteriores de su líder para volver a confiar. En estas cosas se requiere fe, le dijo una vez el candidato. Pronto daré a conocer las acciones que tomaremos para enfrentar esta conspiración, deben estar preparados para todo, porque nunca nos hemos enfrentado a algo así. Zañartu y Fernández dejaron la sala de reuniones preocupados por lo profundo del complot, pero a la vez esperanzados en que el líder arreglaría todo.
El tercer hombre que se convirtió en portador de la verdad absoluta fue descubierto por el candidato, lo vio en una cadena nacional en televisión, era el presidente que se dirigía a la nación denunciando una conspiración tramada por sus opositores para desestabilizar al gobierno a través de la manipulación de líderes jóvenes que se instruían en las universidades. Cuando niño, este presidente hizo amistad con una anciana egipcia que llevaba décadas atendiendo un restorán de comida árabe en el terreno vecino a su casa. El padre del presidente era fanático de esos platillos y se hizo asiduo con la familia al local. En esas oportunidades el pequeño fue haciéndose amigo de la anciana, de nombre Hanifa, ella le mostraba mucho afecto y le guardaba los mejores pastelillos egipcios. El presidente solía decir en entrevistas que era muy probable que la diabetes que sufría fuera provocada por el exceso de esas golosinas.
Al niño le gustaba tanto pasar el tiempo con Hanifa, que pronto empezó a ir solo al restorán, y la anciana estaba tan encantada con ese mozalbete que no dejaba de preguntar por su país de origen, que con el tiempo lo hizo ayudante de cocina y otras veces de limpieza. Hanifa hipnotizaba al pequeño con las historias que le contaba y un día recordó la de Senén “El Raro” y sus discípulos. La egipcia supo de la figura del profeta gracias al boca a boca cuando fue una adolescente en Alejandría, era la única forma en que podría haberse enterado, hasta donde se sabe, nunca se encontraron registros o pruebas de la presencia de Senén o sus seguidores en las tierras del Nilo.
La fascinación atrapó al presidente apenas escuchó el sobrenombre de Senén, no entendía cómo se le podía decir así a una persona que alcanzó el zenit del conocimiento. Pensó que era mejor algo como “el maestro”, “el elegido” o “el sabio”, pero no “el raro”. Le preguntó a Hanifa si era posible alcanzar la verdad como lo hizo Senén y la anciana le respondió que, si esa persona efectivamente existió, lo más probable es que fuera un demente, que era imposible que alguien llegara a poseer la verdad absoluta porque eso no existe, y si existiese, el ser humano jamás podría elevarse a ese nivel, la especie por naturaleza tiene sus limitantes. El presidente eligió no creerle a pesar del respeto que le tenía y se convenció de que llegar al nivel último de consciencia era posible. Si un persa pobretón e ignorante pudo hacerlo, él también, y solo esa idea bastó para que la intención se transformara en obsesión.
Con los años estudió la historia de Egipto, luego la de Persia y cuando entró a la universidad a estudiar leyes, investigó en paralelo y por su cuenta la historia de Oriente Medio, viajó por varios países buscando información, tenía los recursos para hacerlo, y en uno de esos viajes conoció en Londres a un arqueólogo retirado que tenía unas reproducciones de los papiros y las pinturas de las vasijas con las enseñanzas de Senén. Con ese material se sumergió en la doctrina del profeta, que a esas alturas era un héroe para él. Un individuo tan paciente que fue capaz de pasar 30 años mirando el firmamento para iluminarse y tan magnánimo que compartió el conocimiento con su pueblo, merecía toda su admiración.
Al dominar la doctrina de Senén se convenció aún más de que era posible alcanzar la verdad absoluta siguiendo sus pasos. Partió al desierto, eligió perderse en las arenas de Egipto con una tienda de campaña, pero no tan lejos de la civilización, necesitaba algún poblado cercano para abastecerse de alimentos y agua. En esa época el delivery no estaba tan desarrollado, por lo que contrató a un comerciante para que cada cierto tiempo lo pasara a buscar en camello y lo llevara de compras. Dejó a su esposa y dos hijas con acceso a todas sus cuentas para que pudieran mantenerse y desapareció. A él le costó más que al candidato, estuvo casi ocho meses exiliado en el desierto hasta que alcanzó el todo, le entró en la cabeza como si la luz de un rayo lo contuviera en sus fotones y se lo tatuara en el cerebro en pocos segundos. Le costó recuperarse del impacto, nunca entendió eso de ver todo al mismo tiempo, el Aleph era demasiado abstracto para él, jamás se lo pudo imaginar, pero en el desierto vio lo absoluto en lo que dura un pestañeo y pudo desentrañar cualquier cosa por muy abstracta o enrevesada que fuera.
La verdad se le apareció tal como a Senén y al candidato, pero con algunas diferencias. No vio el todo como una red de cuerdas luminiscentes o una bóveda de concreto, para él la completitud era más bien una circunferencia cuyos límites contenían toda la existencia, incluido lo que pasó y lo que pasará. Esa figura tenía sentido para el presidente, la vida es un ciclo, la historia se repite, el eterno retorno, la serpiente se muerde la cola. Claro, el círculo es la forma geométrica perfecta para contener el conocimiento. Y por supuesto, no podía ser menos que Senén, incluso se consideraba más magnánimo que el persa, así que regresó a su país y decidió que la mejor manera de divulgar la verdad absoluta y hacer que todos se rijan por ella, era transformarse en candidato. Su carrera fue meteórica, como la del otro candidato, y así llegó a la primera magistratura de su nación.
Queridos compatriotas, hoy se me reveló una conspiración que pretende adoctrinar a nuestra juventud a través de agentes infiltrados en distintas universidades, que buscan incubar el germen conservador en sus mentes, anunció el presidente en la cadena nacional y, al escucharlo y verlo, el candidato casi se desmaya, su esposa tuvo que afirmarlo y sentarlo en un sillón. ¿Cómo era posible que otra persona llegara a la misma conclusión que él? La forma era distinta, pero en el fondo la maquinación era la misma. Y esto va más allá de un simple adoctrinamiento religioso y político, tenemos pruebas de que está en marcha un sistema de manipulación mental que convertirá a nuestros jóvenes en terroristas con solo un gatillante que activa el condicionamiento al que fueron sometidos, de esta forma nuestros adversarios pretenden hacer caer a nuestro gobierno.
Era inconcebible lo que escuchaba el candidato, estaba fuera de toda lógica que alguien llegara a la verdad para luego deformarla de esa manera, pensó que quizás se pusieron en marcha fuerzas misteriosas que nunca percibió, lo que también era imposible, nada se le pasaba. ¿Y si el presidente consiguió la doctrina de Senén, pero no la entendió y no llegó hasta el último estadio? Sí, eso tenía que ser. Para él, el primer mandatario era un hombre limitado, tenía ideas idiotas y pueriles, por lo que era imposible que pudiera aplicar de manera correcta las enseñanzas del persa. Para hacerlo se requería una inteligencia muy alejada de la media.
El candidato decidió que lo mejor era gestionar un encuentro con el presidente, porque en ese escenario era un peligro para la sociedad y debía detenerlo, sobre todo considerando los contactos internacionales que mantenía con movimientos de corte libertino y nada ortodoxos. Llamó a Fernández, le explicó lo que sucedió y le dio la orden de que se comunicara con el gabinete presidencial para concertar una cita, debía ser secreta, si llegaba a los medios traería problemas explicarla y podría salir a la luz el poder que tenía. El presidente tampoco se arriesgaría a ser descubierto con su oponente máximo. Le pidió a Fernández que el contacto no se hiciera por correo electrónico o Whatsapp, mejor ser precavidos ante las filtraciones, tendría que llevar una carta al palacio de gobierno y entregársela personalmente al presidente, nadie más debía leerla, pues contendría el nombre de Senén “El Raro” entre sus líneas.
Fernández estuvo de acuerdo, así que se puso de inmediato a hacer las llamadas pertinentes. En dos horas obtuvo la autorización para entregar la carta en manos del presidente, pero no en el palacio de gobierno, demasiados periodistas de punto fijo, tendría que ir a su residencia a la noche siguiente y así lo hizo. A los dos días apareció un emisario del presidente en casa de Fernández, le entregó la carta con la respuesta para el candidato, la asesora despidió al mensajero y partió al comando, el presidente aceptó la cita y propuso realizarla al amanecer del día siguiente en una fábrica abandonada en el sector deprimido de la ciudad, su escolta vigilaría el perímetro para que nadie se acercara.
La fábrica era húmeda, de ventanas altas y máquinas carcomidas por el óxido, el piso estaba adornado con cadáveres de ratas y condones usados. El candidato, rodeado por Fernández y Zañartu, olisqueó el ambiente arrugando la nariz, solo a un imbécil se le podía ocurrir citarlo en ese lugar cuando existen mejores opciones. Frente a él estaba el presidente protegido por sus guardaespaldas, no parecía incómodo con el olor.
¿Qué sabes sobre Senén?, preguntó el presidente, fue lo más directo que pudo, no quería pasar mucho tiempo con ese sujeto, lo había estudiado bien, para él era uno de esos tipejos consumidos por la ideología y por eso incapaz de ver más allá de su nariz. Además, era miembro de un movimiento internacional que buscaba influir en los gobiernos para imponer una agenda religiosa basada en el decoro, las tradiciones y las buenas costumbres. Sé que no lo entendiste, al menos no completamente, le respondió el candidato. Él tampoco quería perder el tiempo, así que se lo dijo así no más, con una falta de tino que molestó al presidente, quien miró a uno de sus guardaespaldas como diciendo qué se cree este beato de mierda que me habla de esta manera. Y con eso asumo que tú crees haberlo entendido, devolvió el gobernante y el candidato se alteró, la típica altanería de estos rojos cochinos, se dijo a sí mismo. Solo quería advertirte que si sigues por ese camino nos llevarás a todos al despeñadero, es mejor que dejes de aprovecharte de cosas que no entiendes. El presidente sonrió, le pareció un comentario tan ingenuo que casi le provocó ternura. No pensarás que las enseñanzas de Senén funcionan para tu provecho y el de tu ejército de monaguillos. No se trata de que funcionen o no para un provecho, es la verdad única, algo a lo que tú con tu visión cínica jamás llegarás. Y no pensarás que tú sí la alcanzaste, después de todo, eres un simple aspirante a presidente, yo ya lo soy.
Fernández y Zañartu miraban nerviosos la discusión, asistían a un choque de titanes, pensaron que a lo mejor el candidato sí tenía un rival que podía hacerle el peso o que en realidad todavía no alcanzaba la sabiduría máxima, pero borraron esos pensamientos y se insultaron en silencio, para estas cosas se requiere fe, les dijo una vez el candidato, no era este el momento de flaquear. Los guardaespaldas del presidente observaban sin entender nada, pensaron que la escena no era más que uno de los típicos juegos de poder que vieron mil veces estando de servicio. Su trabajo era obedecer, no entender, así que estaban prestos ante cualquier insulto o agresión física que pudiera intentar el candidato o alguno de sus acompañantes.
Yo alcancé el todo en apenas tres meses, dijo el candidato. Te faltó tiempo, por eso no entendiste nada, se requieren al menos ocho, replicó el presidente, y así se llevaron durante una hora en una escalada que terminó a los gritos y con amenazas mutuas, ninguno de los dos permitiría que el otro dirigiera al país al abismo, incluso si se vieran obligados a desatar una guerra, lo harían. Salieron todos juntos de la fábrica porque había solo una entrada habilitada y, mientras lo hicieron, se desearon lo peor.
Y aquella guerra duró muchos años, hasta hace poco las batallas continuaban, casi todos los territorios fueron arrasados, los cientos de miles de muertos y la diáspora mermaron la población, en los últimos años de la guerra no quedaba ni la mitad de los habitantes que hubo antes del conflicto. Las fuerzas del candidato se encerraron en el sur del país, mientras que los ejércitos del presidente mantuvieron su bastión en el norte. Los misiles iban de un lado a otro, los batallones chocaron en distintos campos de batalla y se mutilaron, el armamento fue aumentando en letalidad gracias a los contactos extranjeros que tenían ambos bandos, incluso se llegó a decir que cada uno tuvo un pequeño arsenal nuclear. Durante un tiempo el candidato llevaba la ventaja, luego el presidente pasaba a la delantera y después otra vez dominaba el candidato. Ese fue el ritmo del conflicto, ninguna nación extranjera intervino y con el tiempo los llamados a la paz se vaciaron de contenido. Al final la población fue abandonada a su suerte, la guerra se prolongó demasiado y dejó de importar, estalló en un lugar del mundo de no mucha importancia geopolítica y recursos naturales no tan codiciados.
Después del encuentro en la fábrica, las hostilidades del candidato hacia el presidente fueron cada vez más violentas y las respuestas de este último aumentaron su virulencia a la par. Esa fue la primera etapa del conflicto, que se libró arrojando mentira tras mentira, deformación tras deformación. Cuando el presidente perdió la paciencia, dirigió su gobierno hacia un sistema autoritario para perseguir y encarcelar a su gusto a los seguidores del candidato, y este armó milicias para derrocar a un gobierno que consideraba ilegítimo, y así, lo que en un inicio fueron escaramuzas, pasaron a ser hostilidades abiertas, luego atentados y finalmente la guerra. Desde el lado del presidente acusaron como gatillante del conflicto la bomba que demolió una cuadra de fábricas con miles de ocupantes en su interior, justo un medio día cualquiera cuando las estructuras estaban atestadas de trabajadores. Desde el lado del candidato, dijeron que la guerra se desató por el bombardeo que hicieron aviones del ejército sobre las casas donde funcionaban el comando y las milicias. Miles murieron también en esos ataques y por suerte el candidato no estaba en ninguno de los lugares destruidos.
Ambos líderes se convirtieron en figuras religiosas porque abandonaron el secretismo y divulgaron sin vergüenza el poder que adquirieron gracias al legado de Senén “El Raro”, lo que resultó ser un marketing fabuloso para el persa, quien varios siglos después de muerto se convirtió en una figura de inspiración para todo un país, algo por lo que hubiera matado en su época, pero como de militar no tenía nada, imposible que supiera sobre esa idolatría efervescente que provoca la guerra. Quizás debió ser conquistador y no profeta, pero su tiempo pasó.
Los seguidores de cada bando que con el tiempo se convirtieron en soldados, cayeron en la irracionalidad y en la ceguera idólatra, todo por defender la verdad del maestro Senén a través de su encarnación, o más bien defender la versión correcta de lo que Senén dijo y liquidar al falso heredero, al ignorante que no entendió nada. Al término de la guerra casi todas las ciudades estaban en el suelo, territorios enteros quedaron inhabitables debido a los ataques químicos y no faltaron las bandas de ladrones y mafiosos que aprovecharon el conflicto para apoderarse de pueblos y someter a los inocentes a sus bajezas y perversiones.
Las fuerzas del candidato se acercaron a la victoria definitiva cuando la diabetes del presidente se agravó haciéndole perder varios miembros y envenenándole el organismo hasta dejarlo postrado como un animal recién parido. Sus ministros y generales resistieron, pero sin el receptáculo de la sabiduría de Senén fue poco lo que podían hacer. Aun así, continuaron con la esperanza de morir en batalla y no quedar prisioneros o bajo el dominio de un herético salvaje y corruptor de la verdad.
El candidato tomó el poder un mes después de la muerte del presidente. Sus fuerzas entraron jubilosas a la capital arrasando con militares y milicianos del gobierno caído, tomaron prisioneros que más tarde fueron sentenciados a muerte bajo el cargo de sedición y al día siguiente no quedaba ningún adepto del presidente dentro de la ciudad. El candidato, ahora presidente, prometió en un discurso que empezaba una era de sabiduría y verdad, donde los valores tradicionales se defenderían y serían la guía para construir un país en libertad e igualdad, y que serían erradicados todos los resabios del régimen abyecto que llevó a compatriotas a enfrentarse en una guerra sin sentido. En los meses siguientes, las milicias vencedoras tomaron el control de las fuerzas armadas e iniciaron una campaña para someter las zonas que aún permanecían en manos de los fieles del expresidente. Algunos dieron la pelea, pero terminaron arrasados y los pocos encarcelados fueron sometidos a la ley marcial y terminaron en la horca.
Mientras esto sucedía, el presidente llevó un sillón enorme al palacio de gobierno, que en realidad era más un trono que otra cosa, le pareció adecuado considerando el nivel de su triunfo, y desde la ventana del salón principal vio el sueño de Senén cumplido al fin, lo que el persa no pudo él lo hizo. Incluso llegaría más lejos de lo que el profeta jamás soñó. Era un hecho inédito en la historia de la humanidad que un país gozara de la verdad absoluta y que cada ciudadano pudiera guiar su vida según los principios rectores de la existencia que Senén descubrió y les legó, y ante eso, no costaba nada seguir con las naciones vecinas y, quién sabe, podría llegar el momento en que el mundo completo disfrutara de los manjares del secreto revelado.
De verdad al presidente le pareció un acierto poner ese sillón en el palacio de gobierno, nunca lo llamó trono, no quería parecer un gobernante alejado de sus súbditos, y desde ese sitial, en ese salón de columnas ornamentadas con serafines y querubines, controló cada aspecto de la vida de los habitantes para que de una vez por todas alcanzaran el desarrollo y el estado evolutivo que siempre anhelaron. Muchos se negaron, nunca faltan los porfiados que siempre tienen que ir en contra de todo. Varios se convirtieron, fue fácil persuadirlos, pero con otros no hubo caso, esos fueron encerrados para siempre y los más extremos también terminaron en la horca.
El presidente estuvo al mando del país hasta el día de su muerte, fue reelecto una y otra vez, supo cómo hacerlo, reconstruyó todo lo derrumbado en la guerra y pudo ver los frutos de su sacrificio. Pero aún quedaba mucho por hacer y la vida no alcanza para tanto. En el lecho de muerte, con casi cien años y rodeado de sus máximos asesores, de su familia y amigos, le entregó la continuidad del país a quien ungió como sucesor, el hijo mayor de Fernández, quien de adulto se sumó a su equipo y fue un colaborador rígido, frío y pragmático, guardián celoso de la doctrina de Senén y un inquisidor severo. Fue el alumno más aventajado del presidente, quien, al ver su capacidad y entrega, no dudó en traspasarle el conocimiento que adquirió en vida y luego lo envió a encontrarse con el universo al mismo desierto donde él lo hizo. Fernández hijo demoró cinco meses en absorber la verdad, también vislumbró el todo como una bóveda sólida, y al regresar, el presidente pudo ver en sus ojos que no se equivocó, que aquel hombre era un sucesor digno.
Antes de expirar, el gobernante le puso la mano en la coronilla y le hizo jurar que continuaría con la misión de expandir la doctrina. Al día siguiente, Fernández hijo despertó temprano para sentarse en el sillón presidencial y admirar el territorio que por primera vez veía como suyo, pero la contemplación duró poco, fue interrumpida por un sirviente de palacio, quien le avisó que un hombre traía un mensaje importante y que tenía órdenes de ponerlo él mismo en las manos del gobernante. Entró el mensajero y le entregó un sobre, el presidente lo abrió y leyó la carta que contenía. Era de alguien que decía ser el heredero del expresidente derrocado en la guerra y solicitaba un encuentro para tratar un tema de suma importancia. Soy legítimo depositario de las enseñanzas de Senén “El Raro”, cuyos conocimientos me fueron entregados por el presidente mártir antes de fallecer y, en consecuencia, soy el portador de la verdad.
El presidente estaba seguro de que este tipo era otro de los porfiados que tanto persiguió por años, pero su osadía lo convenció de aceptar la cita. Conozco el lugar perfecto, es una fábrica abandonada, anotaré la dirección para que se la lleves a tu amo. El mensajero tomó el papel con las indicaciones y salió corriendo del palacio sin despedirse, dejando al nuevo presidente con la mano extendida como si todavía sujetara la respuesta. El remitente de la carta fue el quinto hombre en convertirse en portador de la verdad absoluta. Hoy estamos bajo su reinado de sabiduría y orden.